Cómo debe ser la mujer

En dulce esquela de color cetrino
donde el ‘perfil’ espiritual y fino
sobre el ‘grueso’ robusto se abandona,
cierta gentil y elástica madona
me pregunta: ¿Qué tipo femenino
es el que a usted, Donoso, le apasiona?

No quisiera en mis charlas cautelosas
cometer la ortofónica torpeza
de emitir opiniones caprichosas
sobre ciertas cuestiones de belleza
que resultan un poco fastidiosas…

Caso grave. Además, Alba Teresa,
no me parece, hablando con franqueza,
convenientemente tratar sobre esas cosas…
Por no entrar en agudas reflexiones
que pueden ser, señora, como quiera,
un motivo de torpes inducciones,
por lo pronto, pasando mis razones,
voy a darle esta fórmula ligera:
en asuntos de faldas, los varones
todos piensan de idéntica manera.

Lo que es a mí una rubia me enajena
si esa rubia es acaso primorosa…
Pero, en cambio, ceñido a la cadena
de la pasión mundana y tumultosa
y de la loca evolución terrena,
si se presenta una morena hermosa
me seduce también esa morena.

Como lo ve, señora, no he pasado
de expresarle en mi cháchara ladina
un concepto común y destemplado,
fácil sin duda a la vulgar rutina.

Porque -y así cualquiera lo imagina-
esto que yo le dejo consignado
es aquí y en Bruselas y en la China
lo que sobre un asunto tan trillado
puede pensar el mozo de la esquina.

Sin embargo, tratando con sincera
entonación, que a la verdad se ajusta,
este asunto que usted me sometiera,
yo lo que es por mi parte – ¡quién creyera!-
nunca me fijo, en la mundana justa,
si es alta o baja o de cualquier manera,
porque a mí la mujer que más me gusta
es aquella mujer que más me quiera.

Nota: LUIS DONOSO, Venezolano.

2 comentarios en «Cómo debe ser la mujer»

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