Nukak Maku
Grupo indígena colombiano de cuya existencia vino a saberse hace pocos años, compuesto por 400 personas y cuya característica es ser nómada en los extensos territorios de la Amazonía colombiana se encuentra al borde de la extinción pues ya son desplazados de la guerra que se ha extendido a su hábitat natural. Hace poco su jefe se suicidó al no lograr que el gobierno les atendiera sus más apremiantes necesidades. Video que busca motivar ayuda para este grupo. Triste y real.
Información complementaria:http://survival-international.org/related_material.php?id=363
La última marcha
Los Nukak-Makú, la única etnia nómada de Colombia, están a punto de extinguirse. La violencia los espantó de la selva.
Cae un chaparrón nubla todo, que entristece la selva. El aguacero se filtra por las enramadas y baña los cuerpos de los Nukak-Makú. Hay 76 indígenas, entre ellos 27 niños,14 micos y tres fogones de leña encendidos. Algunos de los menores juegan con los animales cerca del fuego, mientras varias madres amamantan a sus bebés y los hombres hablan una lengua extraña. Están en la finca Aguabonita, propiedad del municipio de San José del Guaviare. Allí fueron llevados tras su llegada e16 de marzo. Llegaron desnudos, exhaustos y asustados Venían huyendo desde Tomachipán, a nueve horas en lancha voladora por el río Inírida.
¿Por qué los expulsaron de allí? ¿Qué fue lo que vio este grupo de inocentes indígenas? Es difícil hallar la respuesta porque apenas algunos hilan unas palabras en español. Pero en sus miradas evidencian el temor.
La etnia Nukak-Makú es el último grupo nómada que existe en Colombia. El inventario de sus propiedades es elemental: el chinchorro para dormir, la cerbatana para cazar y los canastos para llevar los frutos que recogen de la selva. Nada más. Dedican sus jornadas a caminar la manigua. Así han sido siempre. Muchos años atrás disponían de la selva entera, pero en los últimos tiempos los colonos primero, y los actores armados después, los han ido cercando.
A pesar del inexorable etnocidio, pues se estima que en Colombia apenas quedan entre 400 y 500, los Nukak-Makú se aferran a su cultura. Caminan, cazan sus animales, recogen sus frutos y vuelven a caminar. En esas estaba este grupo cuando llegaron a un punto de Tomachipán en donde, según cuentan, les pasaron cosas incomprensibles.
Según una de las versiones, lo que les ocurrió no es para nada complejo, si se mira con los ojos de la `civilización’. Ellos, que no conocen el concepto de la propiedad privada, estaban recolectando sus frutas, pero el lugar en el que se encontraban era de unos colonos que los acusaron de robo.
Los colonos acudieron a las Farc, que en esa región fijan las leyes y dirimen los conflictos. Los guerrilleros no dudaron: entre unos indígenas y unos colonos de su base social, la escogencia era clara. Los Nukak Makú fueron expulsados.
Otra versión es menos inocente. Los indígenas se toparon con uno de los campamentos donde las Farc mantienen a sus secuestrados. Esto se infiere de las palabras de algunos de los Nukak-Makú: «hombres malos», «armas», «hombres amarrados y tristes». Esto concuerda con testimonios, casi en secreto, de pobladores de Tomachipán que dicen que en la región están varios cautivos, entre ellos el ex gobernador de Meta Alan Jara.
¿Puede servirle a alguien que un grüpo Nukak-Makú tenga esta información? En realidad muy poco porque la noción de punto fijo no existe para ellos. Y para nadie en Colombia es una revelación que los secuestrados están cautivos en lo profundo de las tinieblas donde el sol no logra penetrar las copas de los árboles. Sin embargo, las Farc los persiguieron y los amenazaron con matarlos si no se iban. Los indígenas dejaron atrás esos territorios de sombras y salieron a las llanuras.
Los 76 indígenas emprendieron la huida. A pesar de estar acostumbrados a caminar a través de la selva, en esta ocasión la experiencia fue dolorosa porque iban con miedo y en pos de un destino incierto. La última etnia nómada del país y una de los pocas existentes en el planeta se había transformado de la noche a la mañana en un grupo más de desplazados del conflicto colombiano. Llegaron a San José el 6 de marzo después de una marcha de dos meses. Entre ellos iba una mujer embarazada que tuvo a su bebé en el hospital. Según la tradición, cuando una mujer va a dar a luz se interna en la selva, acompañada por sus compañeras, y tiene a su hijo entre el follaje. Nada más distinto del parto que vivió esta vez.
Los habitantes de San José no sabían qué hacer y reaccionaron con una mal entendida solidaridad. Les dieron ropa, bebidas, comida como fríjoles y lentejas, y juguetes para los niños. Los Nukak-Makú son un grupo pacifista, ingenuo y agradecido. Por eso recibieron todo, pero después no sabían qué hacer con ello.
El problema no sólo es para ellos, sino para el Estado y la sociedad que tampoco saben qué camino tomar. La alcaldía, por ejemplo, habilitó un lote en las afueras de San José y los trasladó allí. Y dispuso de un equipo de personas que les lleva alimentos a diario y les brinda atención médica.
Pero ¿qué va a pasar a mediano plazo? La respuesta es muy compleja porque lo más contraproducente puede resultar seguir brindándoles cuidados paternalistas: a la vuelta de la esquina es probable que pierdan su condición de nómadas y su principal activo cultural se extinguiría. Pero este es un proceso que lleva ya mucho tiempo. La extinción se hizo visible hace casi 20 años, cuando los Nukak-Makú tuvieron el primer contacto con los colonizadores del Guaviare.
En 1988 irrumpió en Calamar, otro asentamiento urbano del Guaviare, un grupo similar. La diferencia en aquel entonces era que no iban hombres. Eran unas 50 personas, pero sólo mujeres y niños. Arribaron, como en esta ocasión, desnudos, hambrientos y a punto de desfallecer. Fue la primera vez que el país tuvo conocimiento de los Nukak Makú. De los 58 grupos indígenas identificados en Colombia, el último que había entrado en contacto se remontaba a casi dos siglos. El deslumbramiento fue mutuo, pues ellos también estaban sorprendidos al ver los carros, escuchar los radios, mirar la televisión. El gobierno nacional envió desde Bogotá un grupo de especialistas para buscar una explicación.
Fue muy difícil porque la lengua que hablaban era incomprensible hasta para los antropólogos más avezados. La única señal era que se trataba de una lengua amazónica. El impacto de la noticia tuvo repercusiones en el mundo. Unos misioneros estadounidenses vinieron para informar que ellos conocían de esta etnia y entendían algo de su lenguaje pues, años atrás, habían estado evangelizándolos. Las mujeres dieron a entender que buscaban a sus hombres y que iban en dirección al occidente porque una de sus ancianas había tenido un sueño en el que le decían que siguiera hacia allá.
El gobierno entendió que se trataba de una comunidad nómada y que lo mejor era volverlos a donde hubieran partido para que ellos fijaran su destino. Los llevaron en un avión hasta Mitú, en Vaupés, y de allí a lo profundo de la selva en donde se sabía que había otro grupo de la familia Makú.
Sin embargo, las mujeres, con sus niños, volvieron a aparecer, pero en esta ocasión en Mitú. Seguían buscando a sus hombres. Habían hecho la ruta bordeando el río Vaupés. Nunca se supo el destino de ellos. Pero la experiencia sirvió para que los Nukak-Makú entendieran que si bien en otras culturas había hombres malos, también había otros buenos. La historia de que los habían cuidado, de que los habían llevado a volar y de que les habían dado de comer, corrió entre ellos y decidieron salir definitivamente.
Lo que encontraron fue una realidad atroz. Primero fue su encuentro con las Farc que en esa época controlaba con mano de hierro todo el departamento. Luego, con el cultivo de la coca, que se iba extendiendo como una plaga y finalmente, con la presencia de los paramilitares que llegaron a expulsar a la guerrilla.
Entre unos y otros quedaron atrapados los Nukak-Makú. Todos sacaron provecho de su inocencia. Por ejemplo, los propietarios de los cultivos detectaron que para esta etnia no hay concepto de dinero, por lo que los alistaron de raspachines. Los pusieron a recolectar hoja de coca y a cambio les daban galletas y gaseosas.
Luego los encargaron de cortar los árboles para quemarlos y sacar ceniza, un exitoso sucedáneo del cemento, un precursor prohibido del proceso de la cocaína . Como los Nukak-Makú son obedientes, lo único que había que hacer era decirles qué hacer, cuál árbol talar, cuánto quemar.
En este proceso, los Nukak-Makú se fueron integrando a la sociedad de la peor manera posible. Además, cada uno de sus sitios de movilidad se fue tiñendo de la sangre que causaban los guerrilleros o los paramilitares. De Mapiripán a Mitú. De Mitú a San José.
Andar desnudos y con el pelo rapado para ellos eran dos actos de suprema sabiduría. Andan así porque viven en la selva y lo peor allí es la ropa porque se humedece y en una caminata de tres días el cuerpo se llena de llagas. Y se cortan el pelo con las mandíbulas de las pirañas pues en la selva estorba y se hace inmanejable. Pero esa actitud tan natural se convirtió en un señalamiento peligroso. Por eso, varias niñas desnudas de los Nukak Makú fueron violadas. Los pequeños eran tomados por campesinos que los creían seres inferiores y se los llevaban con la pretensión cristiana de educarlos.
El proceso de extinción no ha tenido freno. Aunque son muchos los profesionales que hacen esfuerzos por cuidar su cultura, la violencia no les da tregua. La última página de esta historia se está escribiendo en San José. Son 76 indígenas, el grupo más numeroso que se conoce. Tienen 14 micos que forman parte esencial de su nutrición, y tienen varios canastos de seje o pataba, unas pepas de palma ricas en proteínas. Cuando los alimentos se les acaben, buscarán irse. Pero si quieren buscar en los alrededores pepas y cazar otros animales, se encontrarán con que todo está colonizado y es propiedad privada. Están cercados por una selva talada y los potreros no son su hábitat. Su mundo está en la selva. En donde pueden caminar libres y dormir donde los coja la noche.
Ahora esto es apenas una quimera. Y lo peor es que varios están enfermos, pues en su contacto con los cascos urbanos, se encontraron con la gripa y la tuberculosis, enfermedades mortales para ellos por lo desconocidas, pues jamás desarrollaron una defensa inmunológica.
Tal vez por eso es la tristeza de ahora. No por el chaparrón que cae y que lo nubla todo, al final están acostumbrados, sino por la tos que interrumpe su conversación en su lengua extraña. Una conversación que no logra ahuyentar su profunda soledad.
COLOMBIA: Nomads killed, others flee as fighting rages
‘We are few now; hardly any Nukak remain. The outsiders are many, and have big houses. They don’t care that the Nukak are being wiped out.’ Chorebe, Nukak man, Colombia.
Two Indians have been killed and many others forced to flee their homes as one of the Amazon’s most reclusive tribes is dragged into Colombia’s drugs war. The Nukak- Makú have already suffered the devastation of their population by malaria and flu; now their lands have been occupied by coca growers, left-wing paramilitaries and the Colombian army, with the Indians caught in the middle.
Around 50 Nukak have fled their lands in recent months; 35 have taken refuge in the nearest town, and at least another 15 have dispersed to other areas. Some have taken shelter in the lands of a neighbouring tribe, the Guayabero. The Nukak refugees report that two of their number were shot dead after being caught in crossfire during a gun battle.
The Nukak have lived for generations in the deep forest between the Inírida and Guaviare rivers in Colombia’s eastern Amazon. Since the 1960s a steady flow of non-Indians have settled inside their territory. In recent years this has become a flood, as the region’s climate and remoteness make it ideal for growing coca, the raw material for cocaine.
The presence of so many colonists cultivating coca has attracted the army to the region, who spray the coca plantations with herbicide from the air. Both Colombia’s main left-wing guerilla army, the FARC (Revolutionary Armed Forces of Colombia), and the right-wing paramilitary army, the AUC, now have large numbers of forces in the Nukak’ territory. Both groups seek to control the lucrative coca crop, and sometimes force the Indians to work in the coca fields. The Indians have therefore become embroiled in Colombia’s quasi-civil war.
The Nukak have suffered occasional massacres at the hands of outsiders before. Two such incidents in 1988 caused a group of Nukak to leave the forest, and come into sustained contact for the first time with non-Indians, in the colonist town of Calamar.
The Indians quickly experienced the epidemics of disease so common to newly-contacted groups. Over 100 of the then 1,000-strong population died. After an international campaign led by Survival, most of the Nukaks’ lands was protected in the form of a resguardo – an area of land titled to the Indians.
But subsequent epidemics of malaria and flu have decimated the Nukak population, and there are believed to be only 400 left. Hampered by the chronic violence of this once-quiet part of the Amazon, there is little government medical care available.
The Maku traditionally live in smally family groups, prefer the deep forest to the rivers, and are constantly on the move. In fact, they never stay in one place for more than a few days. As they are so mobile it means that they can have very few possessions, and what they have must be easily portable. At a minute’s notice, therefore, they can wrap up their fibre-string hammocks (which are their only real furniture), put their pots and few remaining items in home-made rucksacks, and move on.
The influx of coca-growing colonists and competing armies into the Nukak territory is now having a massively disruptive effect on the Nukaks’ lives. Unless all sides agree to suspend their operations in this area and allow medical teams to work there, the effects on the Nukak could be catastrophic.
Survival’s action bulletins are issued when a tribe is under threat – and when you can help. Many times since 1969, Survival has shown how focused public support can help to save vulnerable peoples from destruction. By spending a few minutes writing to the addresses below you really can help the Nukak Indians. Every letter makes a difference.
Survival accepts no national government funds and depends on individuals supporters to fund its work. You can, however, receive these bulletins free of charge by post or email.
This action bulletin is also available in French, Italian, Portuguese and Spanish – please write for details or extra copies.
Please write a brief and polite letter (in English, or your own language). It is best to send your letter by post as there is no doubt this makes the biggest impact. Alternatively, you can use the fax numbers provided, but please be aware that numbers are often changed, or machines unplugged. Email addresses are given only where there is a realistic chance emails will be read. Please feel free to use the following letter as a guide or write one of your own.
The Nukak Indians are innocent victims of Colombia’s drugs war. I urge the authorities to enter into negotiations with all the parties to the conflict with the objective of excluding the Nukak territory (and that of the neighbouring Guayabero Indians) from any armed operations. The aerial spraying of coca inside the Indians’ territory should be suspended, and a proper policy implemented to re-settle the colonists on lands where they can grow legal crops. The Nukak who have been displaced must be helped to return, and offered proper medical care.
Please send your letters to:
His Excellency Alvaro Uribe Velez
President of the Republic
Carrera 8 n. 7-26
Palacio de Nariño,
Santa Fe de Bogotá
Colombia
Fax: +57 1 284 2186 / 286 7434/ 337 5890/ 342 0592
Email: [email protected]
And if possible, please send a copy to:
Mr Michael Frühling
Office in Colombia of the UN High Commissioner for Human Rights
Calle 114 No. 9-45 Torre B Oficina 1101
Edificio Teleport Business Park
Bogotá, D.C.
Colombia
Fax: +57 1 658 3301/ 629 3637
Email: [email protected]
La verdad es que es una verguenza para el pais que sean tratados como lo han sido, el gobierno lo los ayuda y ellos estan, literalmente, muriendo de hambre.