A Pablo -Antología del humor
Deliciosa poesía escrita hace unos ciento cincuenta años por Joaquín «El Alacrán» Posada donde el poeta pide a un amigo un dinero prestado y nos demuestra que no todo tiempo pasado fue mejor.
Desde el lecho, caro Pablo,
te dirijo estos renglones
que, apostara cien doblones,
van a hacerte dar al diablo;
mas, francamente te hablo,
prefiero ser importuno
a pasar en el ayuno
toda la mortal semana
que ha de comenzar mañana,
mañana viernes, ¡por Juno!
Aunque el médico ilustrado
diariamente me receta
la mas rigurosa dieta,
siempre habrá que hacer mercado.
Y como tú me has rogado,
con tu habitual elocuencia,
que te dé la preferencia
caso de necesidad,
si abuso de tu bondad
sopórtalo con paciencia.
Cierta vez acudí a ti,
me serviste como amigo,
y yo quedé mal contigo;
pero no consistió en mí.
Fue que en situación me vi
tan triste y tan afanosa,
que si pintara la cosa
te había de ver afligido
llorar a moco tendido
sobre mi suerte horrorosa.
La suerte de que me chillo
es la suerte pecuniaria,
puramente monetaria,
puramente de bolsillo.
Suerte que sin un cuartillo
me tiene siempre: de suerte
que si no fuera tan fuerte,
como tú sabes que soy,
al mirarme como estoy
me hubiera dado la muerte.
Figúrate que le debo
a todo el que en torno miro,
debo el aire que respiro
y debo el agua que bebo.
Casi ni a salir me atrevo,
porque si salir consigo
mis acreedores, amigo,
me atacan de llano en plano,
desde el primer ciudadano
hasta el último mendigo.
Con otro fuera torpeza,
ser, como soy, tan sincero,
debiendo, al pedir dinero,
ocultar tanta pobreza;
mas contigo, con franqueza
hablo de la suerte mía:
ingrato y falso seria
si no hablara como hablo
porque fuera olvidar, Pablo,
tu nobleza y tu hidalguía.
Quiero acabar; necesito
diez y seis pesos cabales,
para conseguir los cuales
estas décimas he escrito;
mándamelos, que infinito
será mi agradecimiento,
como lo es el firmamento
y como el poder de Dios,
quien, acá para los dos,
me tiene muy descontento.
Ninguna promesa haré,
porque a ti no se te esconde
que cómo, cuándo, o en dónde
he de pagarte no sé;
pero que te pagaré
y que a pagarte me obligo,
poniendo a Dios por testigo,
es tan seguro y tan cierto
como lo es que solo muerto
dejaré de ser tu amigo.