La criada Josefina
Hace varios años. allá en la agreste paz del campo, nació Josefina, entre una cosecha de muchachos, hijos todos de humildes campesinos, Desnutrida y sin atención médica, la uncinariasis entró por la planta de sus pies y en su estómago anidaron las lombrices, tricocéfalos y parásitos, los que una tarde tropical logró arrojar a la luz pública, gracias a un vermífugo de fabricación casera.
Josefina descansó en paz estomacal y comenzó a crecer con mayor facilidad. A los quince años tornose caprichosa, perezosa y desobediente con sus viejos. Su padre, cansado con ella, la llamó aparte, le entregó un envoltorio con su ropa y le dijo con severidad: «Como no servís para nada, andate de aquí a servir al pueblo».
La muchacha llegó al pueblo con sus trapitos y una sed que la abrasaba . Lo primero que hizo fue tomar agua . Al día siguiente se colocó como criada en casa de una familia respetable. Un año después, ya conocía todas las cocinas, gustos, intimidades y caprichos de todas las familias que había en el pueblo capaces de soportar una criada, hasta que, por fin, aprendió a cocinar. Una vez hecha toda una mujer… de cocina, compró tiquete de tercera y se vino a la capital.
A su llegada, varios pollos le arrastraron el ala; mas ella, candorosa y pura, no cedió a los galanteos intencionales de aquellas aves. Tres días después estaba colocada en una residencia; pero ocurrió que al mes, su ama viose obligada a suspender sus servicios en vista de que el hijo mayor de al casa estaba en peligro de «caer». Así fue como Josefina cayó al asfalto.
Se colocó de nuevo y un amigo suyo, hizo que ella cambiara sus alpargatas por un par de zapatos. Mas, como la muchacha no estuviera acostumbrada a ellos , dio un mal paso
y cayó… A la criatura le puso el nombre de Jalisco por lo mucho que arrebataba al tomar las vitaminas maternales.
Josefina conoció todas las artimañas de su profesión y supo aprovechar el arte del sonsaqueo que suelen usar las amas de casa para hacerse a las sirvientas de la vecina. De esta suerte, cada vez que salía de una cocina entraba en otra de mejores condiciones.
Ocurre entonces que la antes lombricienta y enfermiza de Josefina trabaja ahora en una rica mansión y es gasa y esparadrapo con el chofer de sus amos, quien suele darle sus «palomitas» en el lujoso Cadillac a escondidas de ellos. Josefina dice que no regresará a esos peladeros en donde pasó grandes dolores de estómago y soportó tanta hambre y miseria. Ahora vive como rica y, consentida de tal manera que todos los días su patrona le lleva el desayuno a la cama, con jugo, huevos y jamón, no sea que se aburra y se vaya.
Jalisco, el hijo de Josefina, está muy regordete y ahora espera un hermanito con cara de chofer.
Ci-Mifú Enrique Aguirre López