Media docena de chistes de viejitos
Una viejita de más de 80 años, muy coqueta, entra a una farmacia….
-¿Por favor tiene un analgésico?
-Sí señora.
-¿Y tiene un expectorante?
-Sí señora.
-¿Tiene crema contra las arrugas?
-Sí señora.
-¿Tienen ustedes pomada para las almorranas?
-Sí señora.
-¿Y por casualidad tienen somníferos?
-Sí señora.
-¿Y tienen productos para la memoria?
-Sí señora.
-¿Tienen ustedes…
-Por favor señora, esta es una farmacia, y tenemos todos los productos, ¿cuál es su problema?
-Mire jovencito, me voy a casar con mi amigo Juan Celestino, que va a cumplir 85 años al final de este mes y queremos saber si podemos poner aquí nuestra mesa de regalos!
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En el preestreno de un superpelícula se montó una fila de gente impresionante desde por la mañana. Dos horas antes del comienzo y tras ocho de espera, se acerca una viejita y en lugar de esperar como todos se dirige a la entrada. La gente empieza a gritar:
-¡A la cola! ¡Espere como todos!.
La viejita se para, mira a la gente, y comienza a andar de nuevo hacia la taquilla. De nuevo comienza el griterío y la señora se para de nuevo y les grita:
– ¡Pues ahora busquen a otra para que les venda las entradas!
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Una pareja de ancianos entró en un McDonald’s una noche de invierno. Buscaron una mesa libre entre todos los jóvenes que estaban allí cenando.
El anciano se acercó a la caja y pidió su comida. La pareja se sentó en una mesa por el fondo y comenzó a tomar la comida de la bandeja, había una hamburguesa, una ración de papas fritas y una gaseosa.
El anciano desenvolvió la hamburguesa y cuidadosamente la partió por la mitad, puso una mitad junto a su esposa, luego con mucho cuidado tomó las papas fritas y las dividió en dos montones.
Metió dos pajitas dentro del refresco y lo puso entre él y su esposa.
Cuando el anciano empezó a comer su media hamburguesa, la gente de alrededor, se los quedó mirando con compasión, pensando todos:
-«A esa pobre pareja de ancianos, la jubilación no les alcanza ni para una comida de Mc Donald a cada uno»
Cuando el anciano comenzó a comer su parte de las papas fritas, un joven se les acercó, y educadamente les dijo, que les compraría otra ración de comida. La anciana le explicó que no, que ellos estaban acostumbrados a compartir siempre todo juntos. Cuando el anciano terminó de comer su parte y se limpiaba con la servilleta delicadamente , el joven que ya no podía continuar viendo esa situación, volvió invitarles a algo de comer.
Después que la pareja de ancianos rechazara otra vez la invitación, el joven le preguntó a la anciana:
– ¿Y usted señora, que es lo que está esperando para comer? La anciana contestó:
-Los dientes
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Tres hermanas, de 96, 94 y 92 años de edad vivían en su casa juntas.
Una noche la de 96 años empieza a llenar la tina para darse un baño,
pone un pie dentro de la tina hace una pausa y grita…
-¿Alguien sabe si me estaba metiendo a tomar un baño o estaba saliendo de bañarme?
La hermana de 94 años le responde…
-No se, deja subo para ver…
Empieza a subir las escaleras hace una pausa y grita…
-¿Estaba yo subiendo las escaleras o la estaba bajando?
La hermana menor de 92 años estaba sentada en la cocina tomándose una
taza de te y escuchando a sus hermanas.. Mueve su cabeza y piensa..
-En verdad espero nunca ser así de olvidadiza, toco madera.
Y toca tres veces la mesa para que se le conceda ese deseo y luego les
responde..
– Ya voy a ayudarlas, pero primero voy a ver quién está tocando la puerta.
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Un viejito de ochenta años va al médico a preguntarle si puede tener hijos con
su esposa de setenta años. El médico le da un frasquito para que lo llene de
semen y lo traiga al día siguiente. Cuando vuelve, dice:
– Doctor, no he podido traerle la muestra de semen.
– ¿Y cuál es el problema?
– Bueno, primero con la mano derecha, después con la izquierda luego lo
intentó mi esposa, primero con las dos manos y luego con los dientes, pero no
hubo forma… no pudimos abrir el frasquito.
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Las viejitas Rebeca, judía de 84 años, y María, católica de 85, siempre fueron íntimas amigas; como no querian crearles problemas a sus hijos y nietos, cada una resolvió irse a vivir a una Residencia de la 3ª Edad de sus respectivas religiones. Pasados algunos meses, María echa mucho de menos a su amiga y decide ir a visitarla en la residencia Judía. Al encontrarse, fiesta de lloros, besos y abrazos, pasadas las primeras emociones, se ponen a conversar:
-Rebeca, dime, ¿como es la vida en esta casa? Rebeca le cuenta sobre la comida maravillosa, las instalaciones, la amabilidad de las enfermeras. Después, con un guiño de ojos, le hace una confidencia:
-Lo mejor, María, ¡es que tengo un novio! María exclama:
– ¡VirgenSanta! ¡Qué maravilla! Cuéntame, ¿cómo es eso?
– Bueno…. después del almuerzo nos vamos hasta mi habitación y nos sentamos en el borde de la cama. Yo dejo que me toque por arriba y después por debajo, y entonces…. cantamos canciones judías.
-¡Es maravilloso!
-¡Eso es una bendición! Rebeca, estoy muy feliz por ti.
– ¿Y tú, María ? -pregunta Rebeca
– ¿Como es en tu Residencia? María le cuenta sobre la comida maravillosa, las instalaciones, la amabilidad de las enfermeras. Después, con un guiño de ojos, le hace una confidencia:
-¡Yo también tengo un novio, Rebeca!
– ¡Oh, qué bien, María ! ¿Y qué es lo que haces con tu novio? María sonríe y le dice:
– Subimos a mi habitación después del almuerzo y nos sentamos en el borde de la cama. Le dejo que me toque por arriba, después por debajo. Rebeca le pregunta, ansiosa:
– ¿Y entonces? María continua:
– Y entonces, como no conocemos ninguna cancion judía, ¡Cojemos!