Tres cuentos
Un turista regresa a su casa en un avión con un pollito que le habían regalado de recuerdo. Allí la azafata le explica que no pueden llevar animales, así, el Viajero sale, se esconde el pollito en los calzoncillos, vuelve a entrar al avión, se sienta al lado de una monjita y enseguida duerme .
Más tarde, el pollito saca la cabecita por entre los calzoncillos del hombre, mira tiernamente a la religiosa y emite un ‘pío, pío’. La monjita se alarma y se dirige al hombre:
-Señor, despierte rápido; despierte. Mire usted, yo no entiendo mucho de esto, pero me parece que ¡se le rompió un huevo…!
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Un chacarero (campesino) va al pueblo, para que su mecánico le arregle la camioneta. Como no iban a poder repararla en seguida, decide volver caminando a su chacra, que no quedaba lejos.
Al salir del pueblo se detiene en la ferretería a comprar un balde y un tarro de pintura. Luego pasa por la carnicería y compra dos pollos y un pedazo de cordero. Pero al salir de la carnicería tenía un problema: cómo llevar a su casa todo lo que había comprado.
Mientras se rasca la cabeza, se le acerca una ancianita quien le pregunta:
-¿Me podría decir como hago para llegar a la chacra de los Rodríguez?. El hombre le contesta:
-Bueno, mi chacra está muy cerca de la de ellos. Con gusto la acompañaría hasta allá, pero no puedo llevar todas estas cosas que compré. La viejita le dice:
-¿Por qué no pone la lata de pintura en el balde, agarra el balde con una mano, se pone un pollo debajo de cada brazo, y lleva el cordero con la otra mano?
-¿Sabe que tiene razón? contesta el hombre y empiezan a caminar. A los cinco minutos el chacarero le dice:
-Tomemos un atajo que pasa por ese monte, así nos ahorramos un montón de camino.
La viejita lo mira cautelosamente y le dice:
-Yo soy una viuda solitaria, sin marido que me defienda. ¿Cómo sé yo que usted, cuando entremos al monte, no me va a poner contra un árbol y me va a violar? El hombre dice:
-¡Dios santo señora! Estoy cargando un balde, una lata de 5 litros de pintura, dos pollos y un cuarto de cordero. ¿Me quiere decir como hago yo para ponerla contra un árbol y violarla? A lo que la viejita responde:
-Y, es muy fácil, ponga el cordero en el suelo, tápelo con el balde, ponga la pintura encima del balde, y yo le sostengo los pollos…
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Un hombre estaba acostado en su cama, en estado terminal, le quedaban pocas horas de vida. De repente huele el aroma de los tamales recién hechos, frescos.
Para él no había nada mejor en el mundo que los tamales de Chepa, su mujer.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano, baja las escaleras y, dirigiéndose al comedor, empieza a percibir el vapor que lleva el aroma a masa de maíz, carne de puerco y de pollo que desde la cocina emanaba.
Llega hasta la mesa de madera donde se encontraban extendidos los suculentos tamales y toma uno, viendo que sus esfuerzos habían valido la pena, cuando, repentinamente, siente un fuerte golpe en la cabeza que merma sus facultades y lo hace presa de la debilidad en sus piernas.
Tratando de no desplomarse al suelo hace por voltear la vista, alcanza a ver a su mujer con un cucharón de hierro en la mano, diciéndole:
– ¡Ni se te ocurra pendejo, son pa tu velorio!