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¿De verdad existe el Ratoncito Pérez?

Aunque algunos les pueda parecer trivial formular esta cuestión, vamos a intentar demostrar la existencia o inexistencia del individuo comúnmente llamado Ratón Pérez alias «Ratoncito Pérez». A los que tengan principios morales poco consolidados o crean que el descubrir algunas verdades puede herir su sensibilidad, les rogamos encarecidamente se abstengan de leer el texto que a continuación exponemos.

Uno de los grandes misterios de la existencia, es sin duda el Ratoncito Pérez. El Ratón Pérez pertenece a la famila de los musélidos, bajo el nombre genérico de ratón común o «MUS MUS». Según la tradición se le representa siempre vestido con ropa y sombrero extravagante, lo que le dota de un aspecto peculiar.

El Ratón Pérez tiene una particular afición que le hace mundialmente famoso, su amor por los dientes de leche. Además posee una extraordinaria inteligencia, ya que suele cambiar cada dientecillo por un billete de 1000, una bolsa de caramelos o un juguete.

Llevamos a cabo un experimento para comprobar la existencia del citado individuo. En un laboratorio herméticamente aislado a una presión de una atmósfera, con una temperatura de 22 grados centígrados, humedad ambiental relativa del 20%. Las paredes están recubiertas de planchas de acero, con cubierta de ocncreto. En el centro de la habitación hemos colocado una cama con edredón de lana de oveja merina, estampita del niño Jesús, mesilla de noche con lámpara rosa fluorescente con una bombilla de 80W, 120V. Sobre la cama, reposa mi ayudante, Narciso Meninges, a quien acompaña su osito de peluche Marcelino. Marcelino es de felpa, con interior de gomaespuma. Este último detalle fue bastante difícil de constatar, debido a la resistencia de Narciso en que diseccionáramos a su entrañable amigo. Hemos tenido que anestesiar a mi ayudante, ya que se estaba poniendo bastante pesado. Sobre todo cuando le comentamos que era un elemento indispensable para el experimento la extracción de una de sus piezas dentales. Ahora duerme como un angelito.

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Introducimos en el experimento un testigo objetivo fiable, mi madre, que aportará datos sobre la presencia o no del susodicho Ratón Pérez. Al cerrar la puerta blindada, tipo Benson 43567G, esperamos un tiempo prudencial y entramos de nuevo en la habitación.

Mi madre no ha observado nada anómalo. Examinamos la almohada cervical marca ‘JinSu’, y constatamos que el diente que habíamos colocado ha desaparecido apareciendo en su lugar un billete de mil pesetas.

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Elaboramos una hipótesis de trabajo: Para ello debemos recurrir a la famosa ecuación del eminente físico-matemático Albert Einstein: E=mc^2 Ahorramos al lector la demostración matemática, que podrá encontrar en cualquier libro de Física medianamente coherente (si lo hay).

Tenemos un objeto denominado diente. Este posee una masa determinada. Pues bien, teniendo en cuenta que el calor proporcionado por la almohada cervical es de 14 Julios, la presión de la cabeza de mi ayudante sobre el diente es de 23 Newtons, la c=3e8 m/s y la potencia del ronquido es de 14 decibelios, podemos deducir que es posible bajo determinadas circunstancias que el diente adquiriese el cuadrado de la velocidad de la luz, con lo que llegaríamos a una paradoja física, la masa se convierte en energía, y según parece, el individuo objeto del experimento ha influído en la reconversión del diente en billete verde.

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Repetimos el experimento 32 veces con el consiguiente aumento del capital económico del que suscribe, y el notorio decrecimiento de piezas dentales de mi ayudante. Ante la repentina escasez de dientes optamos por concluir el experimento.

En conclusión, deducimos que el Ratón Pérez existe, y es más, podemos intuir que o tiene un tío rico, o ha metido mano en los fondos reservados.

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