«Alguien se está robando los calzones»

Anécdota real y humorística de un funcionario judicial atendiendo un problema de vecindario. Muy Chistosa.

Pero sabe que no todos los casos que llegan aquí son dramáticos. Hubo uno en particular, ¡Póngale cuidado!
Un padre de familia llega al despacho un día a pedir que se cite a unas vecinas suyas, residentes en el mismo edificio, porque habían zarandeado a su hijo de ocho años. Se envían cuatro boletas de citación.
El día de la audiencia aparecen los primeros quejosos.
Antonio, el padre, 35 años, quinto de primaria, empleado en un taller de mecánica automotriz en el bario 7 de agosto. Sara, la madre, 31 años, segundo de bachillerato, empleada de un restaurante en el barrio Bachué y Michael Alejandro, ocho años, tercero de primaria.
Llegan las citadas: Maria Helena, 27 años, bachiller, empleada de una empresa de importaciones en la Zona Franca. soltera, tiene un niño de 10 años. Constanza, 29 años, bachiller , empleada en un casino de la ciudad, unión libre, no tiene hijos. Stella del Pilar, 25 años, noveno, hogar, unión libre, tres hijos de 8, 5 y 3 años de edad y Rosalía, 28 años, quinto de primaria, empleada en una frutería, dos hijos de 10 y 5 años, madre soltera.
Los hago pasar al despacho. El pequeño Michael espera afuera, mientras las partes se miran no con buenos ojos.
Decido dejarlos un momento a solas para que cocinen sus temores y sus rabias. Muchas veces esto ayuda.
Al rato inicio la audiencia.
-Lo único que yo quiero -dice Antonio sin levantar al mirada- es que no se sigan metiendo con mi muchacho, nada más.
María Helena se mira con las otras señoras.
-¿Qué le diría usted don Antonio -le dice- si le digo que ha sido su muchacho el que se ha estado metiendo con nosotras? Y no solo con nosotras, con todas las mujeres del inquilinato.
La cara de don Antonio se llena de sorpresa, la de Sara es mucho más colorada.
-¿Cómo así, doña María helena?- le pregunta Antonio.
-¿Recuerda don Antonio que desde hace casi dos meses se venía perdiendo la ropa interior de las mujeres del edificio? -le contesta.
Antonio asiente.
El asunto era que las familias que vivían en ese edificio tenían una azotea común para tender la ropa luego de lavarla.
-A mi se me perdieron unos cacheteros, a Constanza unas medias veladas y unos ligueros, a Rosalía se le perdieron dos juegos de cucos y brasieres y a…
María Helena la interrumpe bruscamente:
-A mi se me perdió la confianza de mi marido- dice:
-Mi marido me había regalado unas tanguitas brasileras- continúa-. Se perdieron y él no me cree que fue que se las robaron de la cuerda de la ropa-. Sus mejillas están rojas.
-¿Recuerda que hicimos una reunión para ver qué hacíamos?
Rosalía toma la palabra:
-Pues como nadie colaboró, las cuatro nos pusimos a espiar a ver qué era lo que pasaba.
Antonio comienza a perder la paciencia.
-Oigan señoras -les dice-. Yo las cité porque ustedes se metieron con mi muchacho y no para hablar del ladrón de sus calzones.
María Helena se enfurece entonces.
-Es que el ladrón de los calzones es su hijo.
Si le hubieran dado una bofetada en el rostro a don Antonio, no habría puesto una cara de sorpresa como la que puso. Sara rompió a llorar.
-Sí, don Antonio -le dice Stella del Pilar-, nosotras lo pillamos y lo que usted vió fue que estábamos quitándole unos calzones míos que se había cogido de la cuerda.
Antonio, el mismo que trabaja en un taller, recio y con voz de trueno, las mira perplejo.
Rosalía le pasa una foto . Antonio la mira y con rabia la arruga. Ellas se la tomaron desde la ventana.
Su hijo. Su orgullo saltando para alcanzar unos calzones de mujer. ¿Para qué? -piensa- para ponérselos?
-Jueputa -dice mirando a su mujer. Será que salió marica.
En momentos así dejo solos a los usuarios para que conversen . Salgo y una duda ataca mi cabeza: ¿por qué?
Sin aguantarme llamo al pequeño.
Lo hago sentar frente a la silla frente a mi escritorio.
-¿Por qué mijo -le pregunto- ¿por qué se está cogiendo las ropas de esas señoras?
Le hablo del mal rato que les está haciendo pasar a sus papás, de la honradez, de todo eso y más y vuelvo a insistir para que me cuente por qué lo hace.
-Estoy cambiando la ropa con mis compañeros del colegio por figuritas para el álbum -me dice.
-¿Álbum? -le pregunto poniendo la más patética cara de asombro.
-Pues el álbum del mundial de fútbol -me dice remedando mi voz- figuritas, jugadores, escudos.
-¿Y sus compañeros qué hacen con la ropa interior?, le pregunto.
-Aaaahhh, yo no sé qué harán ellos. Yo me voy a mi casa a pegar mis figuritas.

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Tomado del períodico el Tiempo, Bogotá. Autor: Carlos Arturo Amaya

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