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Conociendo al Capitán Crunch

Nada separa más a las “celebridades” del resto de nosotros que pedirles una foto y fingir que somos viejos amigos. No soy bueno pidiendo autógrafos, tal vez porque me pongo del lado del famoso y me imagino la pereza que me daría si alguien como yo me interrumpiera.

Sin embargo ese día estaba ansioso, a un par de metros y dispuesto a cualquier cosa por una foto con John Draper, un viejo que en los años setenta ya estaba hackeando cuando no existía esa palabra, Internet o los computadores personales.

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Mientras cacharreaba con un kit de radioaficionado que acababa de construir, Draper terminó contactando a un invidente que le enseñó las técnicas del Phreaking. Aprendió, entre otros secretos, que el silbato que venía en las cajas del cereal Cap’n Crunch producía frecuencias de 2600 hertz, señal que abría las puertas de las centrales telefónicas.

Uno de los trucos que hacía el Capitán a comienzos de los 70 consistía en, a punta de silbato, conectar una llamada pasando por varios países. Podía, sin pagar un centavo, conectarse desde un teléfono público, pasar por Japón, Rusia e Inglaterra y luego escuchar su propia voz en la cabina de al lado.

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Luego creó la primera Caja Azul, un aparato capaz de sobrepasar la seguridad de las líneas telefónicas y hacer llamadas gratis. Sólo por diversión.

Una entrevista publicada por la revista Esquire metió en problemas a Draper, que terminó arrestado en 1972 por fraude a las compañías telefónicas. El anonimato, el mayor activo de un hacker, ya no existía para el Capitán Crunch.

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