Ventrílocuo atacado por su propio muñeco
Lima, Perú – En medio de un espectáculo televisado en directo, y ante más de 500 espectadores presentes en el estudio, Cevichín, un muñeco de ventrílocuo de escasa estatura, se rebeló contra su dueño, el conocido humorista Carlos Morboso.
El público asistente, acostumbrado al humor negro del comediante, inicialmente pensó que todo hacía parte del espectáculo, pero cuando el muñeco estranguló a su dueño mientras le daba patadas por todas partes, se dieron cuenta que la cosa iba en serio.
Todo comenzó cuando el ventrílocuo hizo un mal chiste sobre la mamá de Cevichín, quien tomó la cosa muy personal y lo empezó a agredir, primero verbalmente, con un vocabulario que haría sonrojar a un obrero de construcción, y luego se le lanzó a la yugular como si estuviera poseído por el mismísimo demonio. Los admiradores de Carlos Morboso ya conocían la capacidad de Cevichín para soltar hasta 45 groserías por minuto, pero nunca lo habían visto tan agresivo.
La historia de este dueto cómico-musical comenzó en 1985, cuando Carlos Morboso conoció a Cevichín en una visita a la fábrica de muñecos diabólicos «Chucky Chucky». Desde el primer momento en que lo vio notó que el personaje tenía mucha madera para la comedia.
Sin embargo, la relación empezó a deteriorarse a raíz de la enfermedad de Cevichín, quien sufre de ataques de gorgojo y termitas en sus dos piernas.
Desde que se descubrió su enfermedad, el muñeco se volvió malhumorado, envidioso y grosero. Irónicamente, a partir de ese momento sus comentarios ácidos y despectivos tuvieron gran acogida entre el público, que gozaba ofendiéndolo para enfurecerlo y así gozar con sus ocurrencias.
Además, la pareja siempre tuvo conflictos con la fama y las ganancias de cada espectáculo, pues aunque el de los chistes era el muñeco, Morboso era el que pasaba las cuentas de cobro. A esta hora, Carlos Morboso se encuentra en la sala de cuidados intensivos de la clínica de los hermanos hospitalarios, con pronóstico reservado, mientras que el títere se encuentra recluido en una carpintería mientras se enfrenta a una condena de entre tres y cinco años en la cárcel de muñecos.
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